En muchas estaciones de ferrocarril aún quedan vestigios de las Casetas de Enclavamientos. A veces forman parte del edificio principal de la estación, pero otras muchas tienen ubicación propia. En dos plantas para que el operador tuviese buena visión de toda la estación.
Dentro había un juego de palancas que accionaban los desvíos a voluntad; era un mecanismo de precisión que permitía formar itinerarios sin riesgo de error para las circulaciones.
Ahora son un reflejo de nuestra sociedad: abandonadas a su suerte, como todo lo viejo. Pero hoy he visto que la de Aranjuez está queriéndonos hablar; de sus paredes está floreciendo la imagen de un niño, con toda la vida por delante.
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