Pero qué pronto encontramos al membrillo entre los disfemismos de tonto (uno de los más de 200). Para mí del todo incomprensible, por eso quisiera romper una lanza en su favor y encontrar algún eufemismo. Aunque quizás me vale con recordar su olor, y a mi madre, con su infinita paciencia, cociéndolo con azúcar; y la mitología griega que a Venus la representaba con un membrillo en la mano. Pues ahí va: fruta de oro, que decían los romanos.
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